Reeditamos en edición no venal “La tauromaquia de Juan Belmonte” donde Luis Bollaín recoge poéticamente su admiración, sus recuerdos y su profundo conocimiento del toreo del “Terremoto”, del “Fenómeno” que protagonizó junta a Joselito La edad de oro del toreo, y que se puede sintetizar en los conceptos de Parar, Templar y Mandar que se transcriben del libro.
Parar: Si torear es “parar”, el que aspire a ser torero – o el que se precie de serlo- ha de vivir bajo la idea obsesiva de la quietud. Y, sin embargo. ¡pobre del que, deslumbrado por el estatismo, se obstina en permanecer sin moverse ante el toro! (….) Se “para”, no porque el torero deje “quietos los pies”, sino porque “mueve los brazos”: porque “moviendo los brazos”, se ha ganado la “quietud”.
Templar: La única (manera) que a mi juicio puede concebirse: como concordancia de movimientos, sí; pero con ejecución lenta y con soberanía sobre el toro (….) Torear es llevar la contraria al toro, obligarle… a lo que él no “quiere”: si es huído, a que doble; si es tardo, a que embista; si se resiste a pasar, a que pase; si se cuela, a que acometa derecho; si derrota alto, a que humille; si se revuelve pronto, a que vaya lejos; si acomete recto hacia el torero porque este “se cruzó” con él, a que quiebre la derechura del viaje; y si embiste fuerte y rápido, a que pase suave y lente. Sí, sí; no lo dude: templar es una manifestación –la más relevante- de ese “llevar la contraria al toro” en que el toreo consiste.
Mandar: Belmonte no quiere –no puede, porque su psiquis humana no le deja- citar desde “fuera” del camino del toro, ni “quitarse” cuando el toro acude, ni “quitar al toro·… más de lo necesario. Quiere verle venir; quiere que, al llegar a él, casi llegue hasta él; y que le acaricie al pasar. Este es el “mando”, en su punto preciso de toreo y de emoción; de emoción torera.
LUIS BOLLAÍN Y JUAN BELMONTE
Luis Bollaín quería conocer a Juan Belmonte desde niño. Sentía que aquel torero poseía una grandeza especial. Un día, sus hermanos mayores, amigos de Juan, llevaron al pequeño Luis a que lo conociera. El torero le dio una palmada cariñosa en la mejilla y le dijo: “Y ahora que me has conocido, ¿qué vas a hacer?”
La vida de Luis Bollaín fue una respuesta en serio a aquella pregunta en broma propia de Belmonte. Qué iba a hacer, sino acercarse al genio. Así, el primer destino profesional que eligió como notario fue Coria del Río, el más cercano a Sevilla, donde vivía Juan. Después, la propia Sevilla. Y allí dedicó gran parte de su vida a cultivar la amistad con Juan, a profundizar en lo que supuso el toreo de Belmonte, a explicar en conferencias, artículos y una buena colección de libros, la esencia de la tauromaquia de Juan Belmonte.
Bollaín se acercó a la figura humana y torera de Belmonte con una curiosidad profunda, como la de quien se acerca a una revelación o a un misterio. Belmonte hombre y Belmonte torero se abren en estas páginas dejando ver, tan apasionada como técnicamente, lo que fue su revelación torera, que no revolución, matiza Bollaín. Leer a Bollaín es acompañarle en el conocimiento de un ser humano excepcional, a la vez que nos adentramos en el genio torero, y ambos, ser humano y torero, se entrecruzan y se explican recíprocamente, hasta donde esto es posible, a lo largo de estas páginas. Porque la tauromaquia de Juan Belmonte es el producto de una técnica que puede desmenuzarse minuciosamente con palabras, como hace aquí Bollaín, pero no nació de una concepción teórica previa que el torero luego aplicó, sino que brotó de la genial intuición, de la pasión, la sensualidad y la espiritualidad del ser humano que fue el genial torero de Triana. (Presentación del libro de Ediciones “Los de José y Juan”)
Luis BOLLAÍN ROZALEM (1908-1989) fue socio corresponsal en Sevilla de la Peña Taurina “Los de José y Juan” notario de profesión, está reconocido como uno de los grandes aficionados y escritores del siglo XX. Emparentado directamente con el mundo ganadero de Colmenar Viejo, según confesó años mas tarde uno de sus hijos se trasladó a Sevilla «por Belmonte, porque por encima de todo mi padre era amigo de Belmonte”. Residenciado en la capital andaluza, su amistad con el Pasmo de Triana le permitió conocer de cerca de uno de los más grandes de todas las épocas; fruto de esta amistad fueron algunos de sus libros como “Los dos solos”, “La tauromaquia de Juan Belmonte” o “Los genios, de cerca. Belmonte, visto por un belmontista”. Conferenciante por toda la geografía taurina y colaborador en distintos medios informativos, donde llegó a ejercer como cronista taurino, escribió, entre otras obras, “El decálogo de la buena fiesta” y “El toreo”. (Taurología, enero 2017)
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