Artículo escrito por Andrés de Miguel, presidente de «Los de José y Juan», para el Club Taurino de Pamplona.

La plaza de todos de Pamplona ilustra a la perfección la triple condición de los asistentes a una corrida de toros que es a la vez fiesta, espectáculo y rito. Incluso diría que la proporción sanferminera entre estas distintas formas de asistir, ver y participar en una corrida es la canónica, la formula perfecta para que la corrida de toros forme parte, con un papel singular, en la compleja estructura de la fiesta popular que hierve durante diez días en las calles de Pamplona. Esa proporción en la que la mitad de los asistentes lo son a la fiesta que se desarrolla en los tendidos, casi la otra mitad acude a un espectáculo que forma parte de la agenda festiva y una pequeña parte, que no sobrepasará el 10%, son aficionados a los toros, que, no olvidemos que es un antiguo rito festivo evolucionado en un espectáculo reglado, que, nos permite ver representada la capacidad del hombre de crear belleza en el enfrentamiento con un animal.

No es el objetivo de este trabajo hacer un análisis sociológico de los tendidos de la plaza, sino el de dejar constancia de ello antes de entrar en lo que me interesa, que es la pervivencia del toreo clásico en si feria del toro.

Los asistentes a la fiesta se concentran en apabullante proporción en los tendidos de sol, donde la comida no es sino una excusa para disfrutar de otro ángulo de la diversión. La fiesta por definición incluye la participación de sus asistentes, aunque esa participación tenga poco que ver con lo que ocurre en el ruedo, que raras veces consigue llamar, y mucho menos retener, la atención de quienes han trasladado el jolgorio desde las calles a los tendidos.

Mas tranquilos, los espectadores en sus localidades de sombra, atienden al espectáculo del redondel y si no les resulta suficientemente atractivo, se resguardan en la contemplación de los tendidos de sol, que quizá a muchos, les despierte recuerdos de años pretéritos.

El pequeño porcentaje de aficionados asiste a la lidia de lo más granado de la ganadería brava de la temporada, que elegida con gran cuidado en la búsqueda de la singularidad, se desarrolla más de acuerdo a criterios de eficacia que de belleza.

Este es el punto de encuentro con el toreo clásico, que pide variedad y diferentes lidias adecuadas a las condiciones de cada toro, pues esto solo se puede dar cuando los toros exigen diferentes soluciones para su lidia.

Esta singularidad de la feria del toro, cuyas corridas se eligen pensando en el doble de juego del encierro y la lidia, hacen que Pamplona sea una cita obligada para los amantes del toreo clásico, que por encima del ruido de la plaza, se desarrolla en su ruedo.

Sabemos que la presencia de lo que llamamos arte en la corrida de toros, es decir la aparición de la belleza en la lidia, requiere la conjunción de lo útil con lo bello, de la ética del toreo con la estética plástica, de lo que bien hecho con lo bellamente realizado. Las lidias de los toros en Pamplona suelen estar mas cerca de los primeros términos de estas comparaciones, quizá porque la envergadura de las reses que aparecen en el ruedo requiere inexcusablemente la eficacia, pero también porque el ambiente de la plaza no parece el más propicio para abstraerse en la belleza de las formas.

La porción más singular, la llamada cabeza de camada, de las ganaderías elegidas, que a su vez forman parte de la fracción más relevante, por su envergadura y comportamiento, de los hierros más afamados, elegidos en una mezcla de tradición, compromisos con las figuras y ojo atento a las novedades, se reúne en 8 corridas de toros consecutivas para gozo de los aficionados, disfrute de los espectadores y bullicio de las peñas.

En esta selección del ganador a lidiar la que vincula el toreo clásico a Pamplona y lo que la convierte en un lugar de referencia, casi diría de peregrinación, de los aficionados integristas. Mientras que la corriente principal de la organización de las ferias, esta basada en el acartelamiento de las figuras con las ganaderías de su preferencia, para lo que se llama “garantizar el éxito”, en Pamplona el interés en el ruedo esta unido al interés del toro y, por tanto, la actuación del torero siempre atraía la atención del aficionado.

Ganaderías llamadas comerciales como Jandilla, Victoriano del Rio o Núñez del Cuvillo, un clásico de la feria como Fuente Ymbro, divisas consideradas duras como Cebada Gago, José Escolar que ha conseguido estabilizar el interés de los albaserradas y la perla del clasicismo que es Miura, se juntan con ganaderías que despuntan en un buen momento, para completar los carteles más variados y atractivos de las ferias para un aficionado integrista.

Las corridas de toros atraviesan un momento complicado en la valoración social, siempre veleidosa y dispuesta tanto a ensalzar como a denigrar sin muchos matices, aquello que antes odió o amó. Por eso es tan importante mantener el ejemplo de Pamplona, donde la selección de los toros posibilita e incluso obliga, a la variedad en las faenas y donde la mezcla de asistentes a la fiesta, al espectáculo y al rito del toreo, define una completa inmersión en la fiesta popular que gira alrededor del toro, desde el escaparate de los corrales del Gas en la Rochapea, a los fabulosos y multitudinarios encierros y su culminación con la lidia y muerte en la plaza festiva.

Pamplona es, por tanto, plaza fuerte para el toreo clásico, pues el interés de los toros de su feria, da la importancia a las lidias que necesitan y no debemos olvidar que la sustancia de los toros como espectáculo y rito es debida a que representan un enfrentamiento real entre el hombre y el animal, en el que el torero simboliza al heroe que pone en riesgo su vida, mostrando con su valor y sabiduría la posibilidad de crear belleza en dicho juego. La relación es clara, a mayor peligro mayor necesidad de sabiduría para suplirla, en definitiva, mayor interés para el aficionado. A las pruebas pasadas me remito, con la esperanza de que más pronto que tarde podamos volver a disfrutar de las corridas en esta plaza que tan solitaria ha quedado en los dos malditos años de la pandemia.

Andrés de Miguel es sociólogo, aparejador y presidente de la peña «Los de José y Juan. Es, a su vez, colaborador en diversos medios taurinos, impulsor de la Tertulia de Jordán y editor del blog de toros ADIÓS MADRID, cuyo nombre viene del libro del mismo título, escrito en colaboración con José Ramón Márquez. Es autor del ensayo «Los aficionados integristas».