Artículo escrito por Manuel Temes, socio de «Los de José y Juan».
Cuánta razón tenía Joselito. No tanto por lo categórico de aquel comentario que dejara en una tertulia en San Sebastián en 1916, y que quedó hace años inmortalizado en el famoso azulejo junto a la Puerta Grande de la Real Plaza de Toros de El Puerto de Santa María, sino por el fondo de lo que quería transmitir el de Gelves. Porque asistir una vez en la vida a una corrida de toros en El Puerto debiera ser de obligado cumplimiento. Y si es acompañado de buenos aficionados y socios de Los de José y Juan, doble trofeo al esportón de los recuerdos taurinos.
Tras un incendio el 10 de julio de 1877 que dio la puntilla a la deteriorada plaza anterior, se inauguró el 5 de junio de 1880 el actual coso. Señalada de estilo ecléctico, lo cierto es que la combinación de ladrillo, piedra, hierro fundido y cerámicas; el diámetro del ruedo, la mezcla de colores, o el aforo y disposición de sus tendidos, palcos y gradas, hacen de la Plaza Real una de las más singulares y míticas del orbe taurino. De igual manera que se llena de duende engalanada y con el cartel de “No hay billetes”, como el pasado sábado 6, también provoca verdadera lástima cuando el color protagonista es el gris de la piedra.
Del pliego y la taquilla
El pliego de condiciones para 2022 fue publicado el pasado abril. Asignando el Consistorio únicamente la temporada del año en curso, como sucediera durante el bienio de pandemia, a fin de que el nuevo empresario estuviera exento de abonar el IBI. Este cortoplacismo también genera cierta inestabilidad por el yugo lógico de la inmediatez de resultados. Y Carlos Zúñiga volvió a apostar fuerte por El Puerto elevando el canon a 100.000 euros. Cinco corridas de toros, una novillada y dos clases prácticas.
Desde mediados de agosto la plaza quedaba reservada por parte del Ayuntamiento para otros menesteres, por lo que Zúñiga estructuró el serial a lo largo del último fin de semana de julio y el primero de este mes. Figuras presentes en el abono, los santacolomas más amables de moda, desafío ganadero de corte torista y dobletes de Morante, Manzanares y Daniel Luque, poderdante del empresario, que merced a su estado de forma no suponía descarada imposición y a la postre se ha erigido en gran triunfador.
El Puerto tiene grandes aficionados, pero los abonos son residuales y para el retorno de la inversión resulta clave el público estival, eminentemente sevillano y madrileño. Tal vez la mezcla de quincenas no haya sido la mejor fórmula. O que las economías domésticas no son demasiado boyantes, siendo los precios de la Plaza Real elevados. O que la tauromaquia ha sido desplazada por otras formas de ocio. O un compendio de todo, vaya, pero el caso es que la taquilla no ha funcionado como Zúñiga previera, con la mencionada excepción del día 6.
Sospecho que ahora mismo no tendrá entre sus prioridades el joven empresario pucelano volver a apostar por El Puerto, habida cuenta de la deficiente cuenta de resultados que uno le presupone. Sin certezas. Bien merecería un proyecto de medio plazo, dadas sus buenas intenciones y sensibilidad con el aficionado.
De Izquierda a derecha: Álvaro Salamanca, Álvaro Rodriguez, Manuel Temes, Beltrán Caruana y Mariano Chicharro; socios de «Los de José y Juan»
El toro
Resulta obvio que el trapío es algo singular de cada coso y que uno no puede pretender que salga por chiqueros el toro de Pamplona. Con figuras y en El Puerto, nos conformamos con los estándares mínimos que debiera tener siempre una de las plazas de Segunda con mayor solera e importancia en la agenda taurina. E integridad, que viene estando en desuso.
Adoptando esa expresión tan utilizada -y algo horterilla aplicada al toro- de “un punto por encima o por debajo de”, como aquél que orienta al camarero en la cocción de su entrecot, el caso es que Zúñiga ha traído en general animales “un punto por encima de lo que venía siendo El Puerto”. Variedad de encastes para un ciclo corto, y variedad de hechuras en algunos encierros, pero manteniendo una excelente presentación media. Buenos toros de La Quinta, dos más de Adolfo, uno de Cuadri, otro de Cuvillo y otro de Juan Pedro con clase… desde la planta de paliativos los dos últimos. Y los utreros de La Cercada propiciaron el jueves la salida a hombros del mayoral.
Personalmente, creo que lo más divertido en todos los tercios lo pusieron adolfos y cuadris en ese desafío ganadero que se inventó Zúñiga. Si bien se agradece, resultó cuanto menos llamativo cuando se publicaron los carteles. Con una “terna de saldo” no menos chocante. Y en familia que estuvimos, cerrando la empresa sobre la marcha gradas y palcos para que el tendido luciera más poblado.
Los pañuelos azules que asomaron de presidencia durante el serial se antojaron excesivos, pero nos damos con un canto en los dientes dada la pandemia de indultitis reinante, cuyos primeros síntomas empezaron a manifestarse con ese larguísimo trasteo de Escribano sobre el gran pitón izquierdo del Baratero de Adolfo.
Los toreros
De las nueve veces que se abrió la Puerta Grande, y dos más de Jorge Martínez y Pablo Aguado que se llevaron los aceros, un nombre propio se eleva por encima de los demás: Daniel Luque. De promesa ilusionante pasó a enésimo juguete roto, pero el de Gerena ha conseguido revertir su situación y encontrar la estabilidad necesaria de la mano de Carlos Zúñiga. Tras la ayuda inicial de Marismeño y ser lanzado por Campuzano, la sucesión de Caldas, Marca, Casas, Palomares, Lillo y Piles no supieron -o no pudieron- poner a Luque en figura. Y había mimbres para ello, más allá de un carácter complicado con buenas muñecas. Hoy en día es uno de los toreros más poderosos con todo tipo de encastes y supo exprimir lo único potable de Garcigrande y unos cuvillos en travesía por su propio desierto.
Tarde rotunda nos regaló Manuel Escribano en El Puerto, donde reaparecía quince días después de romperse el gemelo. Con Adolfo y Cuadri. Actuación importante la suya, queriendo lucir a los toros, dejando tres quites providenciales a los subalternos, y dos faenas diferentes y de compromiso absoluto. Naturales interminables a su albaserrada, con la muleta arrastrada. Por poner un pero, descaradamente al hilo, que era lo demandado por el animal… pero que siempre desluce un tanto.
Los toros de La Quinta -Zúñiga mediante- han conseguido recuperar mínimamente los recuerdos del Talavante que se fue, tanto en Aranjuez como en El Puerto. El binomio La Quinta-Juli también empieza a ser garantía de éxito. Morante quiso y no pudo, una vez más sin suerte en los sorteos. Alejandro Morilla trató de suplir defectos e imperfecciones a base de coraje y voluntad… con un lote que demandaba manos más experimentadas. Manzanares salvó su doble compromiso en el descuento ante uno de Juan Pedro muy complicado, si bien una vez más se termina hablando del capricho -o la casualidad- por el que no abre plaza nunca el alicantino.
En la novillada, si bien fue el único en dejar la plaza a pie, Jorge Martínez volvió a refrendar lo apuntado en San Isidro. Muy a tener en cuenta el novillero de Ruiz Manuel.
Roca Rey, funcionario de puertas grandes, no pudo sumar una más en El Puerto. Pero volvió a evidenciar que es el único con partida asignada en los presupuestos de las maltrechas economías domésticas del público ocasional. El uno fijo en la quiniela. Gustará más o menos su concepto, pero la realidad es que hoy en día es quien agota el papel en taquilla. Concepto, por cierto, que parece va orientando hacia el toreo más puro y ya no tan efectista.
Capítulo aparte merecen Aguado y Ortega. Pablo y Juan, que dicen algunos. No hay que quemarlos, necesitan “su toro” y ambos torean como pocos. Correcto. Son diferentes al resto y a su vez son diferentes entre ellos. Correcto. Pero pecando de llevarlos bien colocados, y en definitiva tapados -fundamentalmente al primero-, resulta que van saliendo carteles de ferias importantes y sus nombres no aparecen. En El Puerto dejaron muestras de ese toreo de capa, templado a cámara lenta, y encontraron sus enemigos para el triunfo. Sobre todo Ortega, que realizó una faena de cante… a uno de Juan Pedro mortecino. Me niego a creer que sea ese el toro-carretón que necesitan. Lo cierto es que el momento de ponerse en figura -y hacer dinero- no puede depender de las faenas de Linares, Manzanares o El Puerto. Igual que las cuatro orejas de Sevilla de Pablo Aguado, no por históricas dejarán de ser caducas. Tarde o temprano, Madrid terminará dictando sentencia.
Manuel Temes, socio de «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en ADE y MBA en Gestión de Entidades Deportivas, ha desarrollado su carrera profesional en el sector deportivo. Aficionado práctico y abonado de Las Ventas desde hace más de 20 años, es colaborador ocasional de El Albero para COPE Albacete y El Toril de Onda Madrid.
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